En las carreteras escondidas no se escucha ya a la nieve en su frágil paso, tampoco el viento.
Es el sol el temible compañero de viaje, la nieve queda lejana ya en aquellas cumbres escondidas adonde ya el hombre, ser humano, tal vez, ya ni se acerca, se instaló en la comodidad de un coche y una sombrilla.
Ella salió a la calle, sin más, como lo hacía siempre, con ese ímpetu que la caracterizaba, como si ya no le diese miedo de nada,ni de la noche , ni del viento ni siquiera del frío.
Aterrizó en aquel lugar como por arte de magia, solamente había escombros, y una pequeña luz que salía de la ventana del edificio de al lado la vigilaba de reojo...
La tarde se marchita entre azucenas, el sol se posa sobre una hoja de olivo.
Cantan al aire la gentes del pueblo, porque la recogida de la aceituna ya acabó.
Aceitunas negras
darán lugar
al oro verde
oro dorado
de un pueblo
que sepultado en el
olvido
grita al aire
sus lamentos.